miércoles, 23 de enero de 2013

La responsabilidad de una mascota virtual

La primera vez que escuché sobre tener una mascota virtual fue el Tamagotchi en 1996, una moda que se propagó rápidamente, era del tamaño de un llavero, una mascota de color negro con necesidades básicas: comía, jugaba, dormía y se curaba, recuerdo que había que revisar a cada rato y que se encontrara bien, cada día iba creciendo y si la descuidabas pues moría. El juego apenas tenía tres botones y era fácil de manejar sin consumir mucho tiempo.
Hoy en día las mascotas virtuales son tan reales y tan adictivos que pueden hacer olvidar nuestras verdaderas mascotas tal y como le sucedió a Erika con su pez (dibujo cortesía de jagodibuja.com).

Para mí una mascota virtual jamás reemplazará a una de verdad, el cariño de un perro o de un gato, jugar de verdad con ellos, llevarlos al veterinario, bañarlos, seres vivos que también tienen sentimientos y necesidades, realmente son inigualables. 

Algunos dirán que con una mascota virtual ahorran dinero pero no es del todo cierto, a la final te tratarán de vender cosas en el juego, como collares, comida, objetos, pero todo virtual, aunque sea por unos pocos céntimos de dólar.

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